viernes, 12 de abril de 2013

Sobre Mario Superby Jeldres

BREVE INFORMACIÓN SOBRE LA MUERTE DE MARIO


"El 23 de diciembre de 1973 fueron ejecutados por carabineros en el sector de Molco, Choshuenco, en el Complejo Panguipulli, dos personas:
- Hugo Rivol VASQUEZ MARTINEZ, 21 años, estudiante universitario, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR);
- Mario Edmundo SUPERBY JELDRES, 23 años [militante del MIR].
Ambos se encontraban internados en la montaña, en el sector de Choshuenco, desde donde bajaban al pueblo esporádicamente a alimentarse. Según información de prensa de la época, « dos extremistas fueron muertos durante el transcurso de un operativo que hicieron a las 23,45 horas funcionarios de Choshuenco al lugar denominado Molco. En momentos que Carabineros patrullaba el sector fueron atacados con disparos de armas por los extremistas, repeliendo de inmediato el ataque. Durante la balacera fue muerto con impactos en el tórax Hugo Rivol Vásquez Martínez, 21 años, el que portaba un rifle marca Winchester de repetición. Andaba con otro sujeto apodado «El Braulio», quién fue herido en las piernas y mientras era conducido al Hospital de Panguipulli dejó de existir en el camino ».
La Comisión se formó convicción que el enfrentamiento informado no ocurrió, y que las muertes de ambos afectados constituyó una violación a sus derechos fundamentales de responsabilidad de agentes del Estado que usando innecesaria o excesivamente la fuerza, dispararon sobre ellos". 

Más información sobre el caso y las acciones judiciales emprendidas ACA".


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EPÍLOGO DEL LIBRO “TODOS LOS DÍAS DE LA VIDA. RECUERDOS DE UN MILITANTE DEL MIR” DE ENÉRICO GARCÍA CONCHA, EDITORIAL CUARTO PROPIO (SANTIAGO DE CHILE, 2010)


Mario Superby J. (1950-1973)



12 de abril


Hacía varias semanas que el amigo soñaba con Mario. Eso fue lo que te comentó, sin dar mayores precisiones, notando simplemente la insistencia, la sorprendente presencia de Mario en sus sueños.
Opinaste, entonces, lo siguiente:
–Será que Mario nos está pidiendo que lo vayamos a ver.
Y agregaste:
–Falta poco para su cumpleaños. Lo que yo te propongo es que vayamos en esa fecha.
El 12 de abril (que en el año 2006 fue un día miércoles), ambos se dirigieron al Cementerio General de Santiago.
No conocías el lugar exacto de la tumba. Habías estado en el velorio, no así en el entierro al que concurrieron, además de amigos y familiares, uniformados y no uniformados, representantes de las mismas fuerzas que, el 23 de diciembre de 1973, asesinaron a Mario Superby Jeldres. El amigo tampoco sabía. Mario no figuraba en los registros de la oficina de informaciones pero se pudo identificar el mausoleo familiar.
En sus alrededores, una mujer, empleada del cementerio, estaba limpiando. Los vio aproximarse, escuchó la pregunta acerca de un mausoleo y les dijo:
–Ah... Ustedes están buscando al hijo de doña Clarisa.
Aunque sorprendido, no atinaste a decir otra cosa que sí, que eran amigos. Y que “yo a Mario lo conozco desde chico porque éramos vecinos”. Preguntaste:
–Dígame... ¿Doña Clarisa está viva?
Supiste que iba al cementerio una vez al mes. Probablemente te emocionaste. No sólo por los duraznos sino también por las palabras que ella te dijo, algunos años después de la muerte de Mario (sobre tu propia madre, sobre doña Julia).
La señora les indicó el mausoleo.
–Este... – preguntaste en voz baja, sin muchas esperanzas -, usted... ¿nos abriría la puerta? ¿nos dejaría entrar?
Y los dejó.
Ya más cerca de Mario, pensaste que probablemente doña Clarisa iba a venir, al igual que ustedes, por ser 12 de abril. Le pediste al amigo que fuera a comprar un ramo de flores y una botella de vino. Tú te quedaste en el mausoleo. Conseguiste una escoba y te pusiste a barrer. Estuviste un buen tiempo, así, barriendo la tumba de Mario.
El amigo había vuelto con las flores y el vino, cuando a lo lejos divisaron la silueta de una mujer. Se detuvo. Era evidente que los había visto y apuró el paso.
La mujer tendría más de ochenta años. Alta, erguida, ancha y fuerte, los encaró.
–¡Y ustedes quiénes son!
–Doña Clarisa - dijiste. ¿No me reconoce? Soy...
Luego presentaste al amigo.
Clarisa Jeldres reconoció, escuchó el motivo invocado y con expresión de asombro, les preguntó:
–Y ustedes... ¿todavía se acuerdan de mi hijo?
–Todos los días de la vida... doña Clarisa.
(Esas fueron tus palabras. Y se las repetiste).
–Todos los días de la vida.

AGC